Día 5: Hallstatt

Ruta: Sankt Gilgen y Hallstatt (80 km.)

Tras el desayuno, cogimos rápidamente las cosas y fuimos al parking que lo teníamos a un par de minutos; salimos fuera para esperar a que Esme pillara cobertura y nos pusimos en marcha dirección Sankt Gilgen, al ser domingo el tráfico estaba muy tranquilo. Solo teníamos 40 minutos hasta nuestro destino.

SANKT GILGEN

Aparcamos en el primer parking que vimos, funcionaba tipo hora y valía para todo el día 3 €, dimos un paseito para situarnos, y luego como el día estaba despejado nos fuimos hacia el teleférico.

SEILBAHN

Sube a la montaña Zwölferhorn (1.552 m.), desde la cima hay muy buenas vistas, y se divisa a lo lejos Sankt Gilgen. Arriba hacía mucho sol, pero el viento era algo fresquito, dimos un paseo y luego nos tomamos algo antes de bajar. Las cabinas son sólo de 4 personas y al bajar íbamos solos. Recomendable. Horario: 9 a 18. Precio ida y vuelta 19 €.




Después del teleférico nos pusimos a buscar el lago, para hacer el paseito en barca, antes de subir nos pusimos crema solar, pero aún así a esas horas y más en la barquita pegaba que no veas. Nos chocó que primero se subía en la barca y luego se pagaba, estuvimos 30 minutos (9 €), tiempo suficiente para dar vueltas, hacer fotos, admirar el paisaje y tostarse, menos mal que la brisa era fresquita. También fue gracioso descubrir que esas barquitas no tienen marcha atrás, solo tienen 1ª y 2ª. Nos encantó el paseo, algo caluroso pero muy bonito, y bueno siempre será nuestra primera experiencia en barquita eléctrica.


Seguimos carretera y al poco paramos en el primer sitio que encontramos a comer, Alfredo se pidió carne de ciervo estofada, y yo mi primer wienerschnitzel (es carne empanada, que suele ser cerdo), con su salsa de arándanos; estaba todo buenísimo y decidimos felicitar a la camarera. Buscamos la frase en el diccionario pero como para nosotros era impronunciable, le señalamos la frase del diccionario para que ella misma se la leyera, y le hizo mucha gracia. Fue el mejor wienerschnitzel de todo el viaje.


El próximo destino era Hallstatt y teníamos unos 45 minutos de viaje, la intención era aparcar en el parking del túnel, pero como vimos que ponía 0 plazas, decidimos llegar a la casa que estaba al salir del túnel.

HALLSTATT

Localizamos la casa rápidamente, nos recibió el Sr. de la casa que era muy amable, no nos pidió DNI ni nada, nos enseñó la casa informándonos de los horarios del restaurante y del desayuno, nos acompañó a la habitación, nos dio la llave y ya se despidió. Entonces nos percatamos que sólo teníamos una llave para entrar por la puerta de la calle, y para entrar en la habitación. En este momento nos chocó mucho esa confianza de una llave para todo, pero luego descubrimos que allí es lo normal, en todas las casas nos dieron una llave para la puerta de la calle y la misma para la habitación.

Bajamos al coche a por las cosas y ya en la habitación comenzó a llover, aunque no era de extrañar, porque antes hacía demasiado sol; decidimos esperar un poco a ver si paraba, momento que aprovechamos para conectarnos a internet, desde el ordenador que había en la planta baja a disposición de los clientes.

Paró de llover pronto, así que salimos rápidamente directos hacia la Beinhaus (la iglesia de los cráneos pintados), no queríamos perder mucho tiempo por el camino por si nos cerraban la iglesia, pero no pudimos renunciar a alguna pequeña parada para hacer las primeras fotos del pueblo, que no se sí será el más bonito junto a un lago como dice la UNESCO, pero es muy bonito.




Es curioso que haya casas que su puerta se encuentra prácticamente en el cementerio. Los cráneos se encuentran en una pequeña capilla a la que se accede desde el cementerio de la iglesia católica. Yo soy poco de cementerios, pero este me pareció muy bonito al lado del lago. Nos costó un poco de encontrar porque cerca estaban de obras y era un poco lioso. Horario: 10 a 18. Entrada: 1’5 €.

Para el que le pueda interesar la historia de los cráneos pintados, según he encontrado por internet: Esto era una tradición de Europa Central hasta el siglo XVIII, la cual consistía en que las tumbas eran arrendadas por poco tiempo (10 años en el caso de Hallstatt) y pasado dicho periodo los familiares o volvían a arrendar la tumba o se reutilizaba; por lo que se exhumaban los restos y eran llevados a este osario. Desde el siglo XVIII se empezó a limpiar los cráneos y a escribir el nombre, la fecha de la muerte y dibujos varios. Hoy en día solo se práctica si se es habitante de Hallstatt y se deja por escrito en el testamento. El último cráneo fue colocado en el 2004.

Luego paseamos tranquilamente por el pueblo haciendo fotos, y volvimos al hotel para tomarnos una cervecita en su terraza.



Subimos a la habitación, pero a las 8’30 ya estábamos en la calle para cenar. El centro, que estaba a 10 minutos paseando de la casa, estaba desierto, en una pizzería que entramos primero nos dijeron que si se podía cenar y cuando nos sentamos nos dijeron que la cocina estaba cerrada.

Así que volvimos sobre nuestros pasos a una terraza que acabábamos de ver, y cenamos unos perritos con unas cervezas (tampoco había mucha hambre); tampoco estuvo mal, con vistas al lago y viendo anochecer.

Unas pocas fotos nocturnas, aunque había muy poca luz, y poco más de las 10 al hotel. La tranquilidad a esas horas es absoluta y que fresquito tan bueno. Tras este paseo tan agradable por la tranquilidad y la tenue luz, volvimos al hotel.

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